viernes, 13 de mayo de 2011

Las calles de Venecia.



Las calles de cualquier ciudad unen lugares, van a sitios; las de Venecia llevan o no, ellas unen lugares abandonados y separan lugares próximos, obligan a caminar sobre nuestros pasos una y otra vez, los mismos puentes, los mismos campos, para alcanzar diferentes destinos, destinos inciertos que dependen del capricho de las mareas.
¿No es como la vida misma? Proponemos destinos a nuestro futuro pero equivocamos el camino y tenemos que volver a la casilla de salida, o a un puente, para retomar el juego; de oca a oca, de puente a puente y tiro porque me lleva la corriente. Volvemos, vamos, venimos, las mareas nos empujan, el tiempo se confunde, y perdemos el norte; vuelta a empezar; recodos conocidos pero esperando encontrar… encontrar algún lugar al que llamar destino.
Es Venecia la que sabe y nosotros los equivocados, porque ¿ ir donde?, ¿para qué? ¿no será nuestra existencia un caminar sin rumbo fijo para descubrir gloriosas iglesias, orgullosos palacios o incluso oscuros y profundos canales que se nos aparecen en cada recodo para perderse al siguiente?. Arriba y abajo, arriba y abajo… arropados por las estrellas y las ninfas. ¿No será deambular con las mareas el único destino?

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