martes, 19 de enero de 2010

proserpina


¿Pero alguien se había creído la historia de que fui raptada por Plutón? Fui yo misma la que harta de soportar a la rústica de mi madre opté por marcharme al inframundo para vivir algo de aventura.
No me fue difícil, un día de los que la matrona labriega me mandó al campo a recoger flores tuve la suerte de encontrar una gruta que llevaba directamente al centro mismo del averno. Los simples dicen que el tártaro es el fin, la conclusión de los placeres de la vida pero conclusión es sinónimo de consumación y realmente aquí se consuma y se consume la vida con la alegría que impone el acontecer en el filo del abismo.
La laguna Estigia es absolutamente “cool”, con esos tonos grises de fulgores irisados, Caronte me pareció de un empaque regio en su desapego, las Parcas visten de lo más “fashion” del abismo; pero lo más fascinante es el franco roce de las pieles y las carnes religadas en el ardor de una danza sin lapso.


Me dicen que mi madre recorre los caminos y los medios invocando mi vuelta al mundo luminoso pero no volveré jamás. Estoy harta de florecer para fenecer, harta de resecarme a la vista de los ociosos, harta de ser coartada para necios deslices junto al estío de los frutos. Jamás volveré a mostrarme a un cielo que sojuzga los goces íntimos, nunca retornaré porque reniego de una resurrección que es sólo ficción del devenir que encubre nuevos tránsitos, muertes pequeñas que se ocultan tras sahumerios eclesiales.


Nunca retornaré porque soy la reina de la noche y eso…eso es mucho.

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